viernes, 3 de enero de 2014

EL ARTISTA DE LA TRANSVANGUARDIA





El artista con su peculiar  forma de ser, ha presentado  obras  de arte que en algunas ocasiones se han adelantado a cualquier tipo de teorización o reflexión alguna, de allí que hemos tenido tendencias muy iconoclastas, una de ellas ha sido la concepción del Vanguardismo Ruso de 1911; luego, la orgía de destrucción que conmovió el mundo de los dadístas, posteriormente un cuestionamiento de este en los años 40’ con la Cultura de los Beat; no obstante en los años 60 el arte minimal, los happenings y acciones darían inicio a la estética del caos cuya reflexión posteriormente lo encontramos en las posturas postmodernas, donde su actitud no sólo es privativo de esta época, sino  que se muestra como una actitud del espíritu a lo largo de toda la historia del arte, y muy recientemente en la Transvanguardia. En esta nueva concepción artística, se presenta una convivencia de diversas manifestaciones y estilos, algunas veces de manera anárquica y otras armónicamente. No obstante, la libertad, la autonomía y el sentido del juego es lo que parece dominar esta nueva concepción del arte. Por tanto, el artista se ve envuelto en una ambigüedad de  discurso y de  existencia social[1].

I

Luego de un periodo de búsqueda de la pureza formal, vuelve a ponerse sobre la mesa los grandes temas de la relación hombre- mundo, y una especial crítica de la cultura, se desea volver a relacionar al hombre con la naturaleza, liberándolo de la idea de progreso ilimitado y de la tiranía de la novedad que había dominado a las vanguardias. Frente a un exacerbado amor y deseo por la búsqueda de la razón, y  el exagerado racionalismo de la Escuela de la Bauhaus, la idea de Vanguardia, dejó de tener sentido, frente a las concepciones de la postmodernidad.

Las teorías estéticas del contextualismo y el aislacionismo, se hacían cada vez más presentes en la distinción de arte y no arte. La experiencia Estética se constituye en el aspecto fundamental de tal distinción, ya que lo que interesa es la multiplicidad de formas creativas, donde surge dos concepciones del arte.

Por un lado, la autonomía del arte, posición defendida por  Kant, al considerar la obra de arte como aquel objeto poseedor de un valor en sí mismo, esta idea fue apoyada por el Neoplasticismo, Cubismo, Constructivismo y otras tendencias. Mientras, que la otra concepción considera a la obra de arte como intermedio entre el Mundo y su subjetividad, ya que el arte permite  el develamiento de la belleza de la vida, pues la diferencia es mínima entre el arte y la vida, ésta ha sido la posición de los Dada y del Surrealismo, “la libertad individual sólo podía conseguirse a través de la creatividad”[2].

De esta manera Piero  Manzoni en 1961 utilizó esculturas vivas, los británicos Gilbert  y George en 1970 en su obra Escultura Cantarina, mostraron una serie de acciones e intervenciones del mismo artista, conectados  con videos, fotografías, pintura y escultura. Lo que se estaba produciendo era una nueva visión del arte en su concepción más genérica, “la práctica artística se libera de las convenciones tradicionales y convertía la creatividad humana en el hecho central, al margen del medio o material utilizado”[3]. De allí, se iba consolidado una nueva forma de ver el arte, que no era precisamente  la visión de la vanguardia, sino especie de neo vanguardia o Transvanguardia, para algunos es el nuevo paradigma que domina el arte de  los ochenta y noventa.

Aunque el término de Transvanguardia fue utilizado por Achile Bonito Oliva, no concuerdo con su reflexión, haciendo alusión de que en estos últimos años, observa una vuelta al soporte tradicional como reacción al arte minimalista, arte conceptual, body art, land art,   considera que  está surgiendo nuevamente un placer por la pintura, por la expresión individual, ya que en la vanguardia el artista se ha vuelto al “anonimato” y el intelectualismo y lo ha llevado a transitar  por diversos estilos.

No obstante, consideramos que la idea de Transvanguardia está precisamente en ese traslado y tránsito en estilos ya existentes; pero, no sólo es un transito, sino una conjunción en algunas veces caóticamente y en otras armónicamente. La postmodernidad ha permitido   que a partir  de las discusiones de la filosofía se replantee la forma de ver al hombre, su relación  con el mundo y una nueva visión del arte.

Aunque el término de Transvanguardia apareció en 1979 en la revista Frash  Art, inicialmente el movimiento sólo abarcó a los artistas italianos, en 1982 en el mismo ambiente de crítica y de cuestionamiento, se reconoció el surgimiento de la expresión          de las culturas regionales y marginales, como la   revalorización de su pensamiento como manifestación soslayada en el pasado;  ya que no se propugnaban  los grandes discursos que lo procuran explicarlo todo inclusive  el arte, ya no se podía únicamente confiar en un análisis basado en explicaciones metódicas, sistemas racionales al cual el arte también se había subscrito con exacerbado formalismo, la denuncia de que la razón no podía explicarlo todo, tenía sus inicios de discusión en la Condición Postmoderna de Jean Fracois Lytorad, la  idea de progreso ya no tiene sentido, la tiranía de la  novedad de la vanguardia es algo insostenible, es tiempo de volver al pasado; pero, no repitiéndolo sino  ironizándolo, ridiculizando.

Sin embargo, Benito Oliva, piensa que  la década de los 80’ el término  “Neo” se   emplea por cualquier lado; pero, ahora los artistas eligen libremente sus temas y evitan la repetición.

El Arte de la Transvanguardia, asume la heterogeneidad como también lo fragmentario, la paradoja, la metáfora, la superficilidad, la ironía, el placer de la emoción, la interactividad y todo aquello que la haga más dinámica  y más cercana al  hombre y la  naturaleza.  Se ha presentado dentro de un ecleticismo anárquico con tendencia postmoderna y por otro lado un ecleticismo armónico.

El Ecleticismo anárquico o postmoderno[4]de la Transvanguardia, se inició en el campo de la arquitectura[5] donde resulta más visible la modificación de la producción estética,  fue precisamente en estos debates sobre la arquitectura donde surgió inicialmente   la definición de postmodernismo, sus críticas han sido implacables a la cumbre del modernismo arquitectónico y del llamado Estilo Internacional. “Se la atribuye, pues, a la época de esplendor del alto modernismo, la destrucción de la coherencia de la ciudad tradicional y de su antigua cultura de barrios”[6].En este sentido se desvanece la antigua frontera entre la alta cultura y la llamada cultura de masas o comercial, por otro lado surgen otros tipos de textos permeados de las formas, categorías  y contenidos de esa misma industria cultural. Los postmodernistas se sienten fascinados por el conjunto del panorama “degradado” que conforman el shlock y el Kitsch, la cultura de los seriales de la televisión, de la llamada paraliteratura con sus categorías de la literatura gótica o de amor, biografía popular, detectivesca, de ciencia ficción o de fantasía.


En el arte postmoderno, los sentimientos son impersonales y flotantes, y tiende a estar dominados por un tipo peculiar de moda, y ello también implica  dejar de lado las grandes temáticas, ya que habitamos lo sincrónico. La falta de  disponibilidad de estilo personal, han engendrado la práctica de lo que hoy en día se llama pastiche[7],  con una heterogeneidad estilística y discursiva carente de norma, el pastiche es una parodia vacía, vacua, es lo que Wayne Booth llama las “ironías de establo”. Para Roland Barthes, la fuente de invención de los nuevos artistas, no tienen hacia dónde volverse, sino al pasado, la imitación de estilos muertos, el discurso a través de todas las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que ya es global”[8]. En arquitectura se ha denominado “historicismo” o canibalización al azar de todos los estilos del pasado, el libre juego de la alusión estilística, con lo que hoy se le ha denominado “neo”.

Existe o otro tipo de conciliación y tolerancia de diversas manifestaciones, en la cual no se olvida del pasado, busca una armonía en posiciones aparentemente contrarias; pero en el fondo son concordantes. Juan Acha considera que cuando fuimos colonias, se nos impuso respetar los estilos que venían de Europa y se nos obstaculizó la creación de nuevos estilos. Ahora con el postmodernismo, cabe revalorar nuestras hibridaciones arquitectónicas, así como las de las demás artes y diseños. Para esto es necesario aprender a leer la síntesis de las hibridaciones y no simplemente la mezcla o coexistencia de componentes de distintas procedencia”[9]. Con una revalorización de culturas minoritarias marginadas, pero con un sentimiento de identidad. Estudios académicos más rigurosos y sistemáticos de la coexistencia de esta mezcla de estilos con cierta nostalgia del pasado[10], pertenecen a una forma  blanda de posturas postmodernas, se reestructura  el problema del pastiche, y lo proyectan a un nivel colectivo y social en un intento desesperado por capturar un pasado ausente; pero, este referente histórico ha desaparecido, “ya no puede proponerse representar el pasado histórico,  sólo puede “representar” nuestras ideas y estereotipos sobre el pasado”[11]. De este modo la producción cultural resulta encerrada en un espacio mental, donde vamos en busca de la historia mediante nuestras propias imágenes pop y simulacros de esa historia, que se mantiene siempre fuera de nuestro alcance. De allí si  el sujeto ha perdido su capacidad de extender activamente sus pro-tensiones y sus retenciones en las diversas dimensiones temporales, y de organizar su pasado y su futuro en forma de experiencia coherente, se hace muy difícil pensar que las producciones culturales de ese sujeto posmoderno puedan ser otra cosa que montones de fragmentos y una práctica de lo heterogéneo y lo fragmentario al azar, así como de lo aleatorio[12].

Otro aspecto dentro de este Ecleticismo armónico, encontramos un costumbrismo crítico, donde se nos devulve la expresividad y la presencia de elementos locales en los bienes culturales, esto favorece nuestras búsquedas localistas y las de nuestros mestizajes culturales”[13]. Obviamente, una necesidad de conciliar elementos locales con otros de la cultura universal, con  un deseo de reflexión de identificación nacional y una voz que se distinga de lo demás, ya que se considera nuestro pensamiento lógico y crítico es débil y necesitamos reforzarlo y orientarlo hacia una cultura superior.

Es  muy frecuente en el artista de transvanguardia, la ruptura de la cadena de significantes, en su obra dice Macherev, se “ha ocupado de subrayar la heterogeneidad y las profundas discontinuidades de la obra de arte, que ya no es unificada u orgánica, sino que se ha convertido en un revoltijo, en una mezcla sin orden ni concierto de subsistemas desconyuntados y materias e impulsos de todo tipo reunidos por azar”[14]. La obra se ha transformado en un texto, cuya lectura se  realiza sobre la base de la diferenciación y no de la unificación, sólo ello puede lograrlo porque una de las características que ha  dominado al artista en todas las épocas  ha sido su libertad, su autonomía y su sentido del juego.

II

En un sentido amplio consideramos que la libertad  es aquello que “permite a una persona hacer lo que quiere, pero no le dice lo que debe querer”[15]. Es en el Arte, dice Alejandro Korn, que para llamarse hombre necesitaba “la capacidad creadora del arte… cuanto más bella una obra, un acto, un gesto, tanto más inútil, tanto más humano y libre”[16], pero  de ello sólo toman conciencia una minoría, de allí que algunos consideren como una necesidad la educación estética.

No obstante,  la autonomía del artista, en el ejercicio libre de su creación se ve legitimada a través de las teorías de la imaginación y del genio Tal vez, quien mejor ha desarrollado, ideas relevantes  e influyentes al respecto, ha sido I. Kant al configurar su teoría de la imaginación, él considera que la libertad de la imaginación, consiste justamente en esquematizar sin concepto, el juicio de gusto  debe basarse en una mera sensación de la imaginación en su libertad, y del entendimiento con su  conformidad a leyes,  como discernimiento subjetivo, contiene un principio de la subsunción, pero no de las intuiciones bajo conceptos sino de la facultad de las intuiciones o representaciones (es decir, de la imaginación) bajo la facultad de los conceptos (es decir, entendimiento),en tanto la primera, en su libertad, concuerda con la última en su conformidad a leyes[17]. De esta manera, al hablar de arte “sólo cabría calificar de arte lo producido con libertad, es decir, mediante una voluntad cuyos actos tienen por fundamento la razón”[18]. Aunque parte de la idea de que el arte es libertad, éste se so­mete al fundamento de la razón y luego a lo moral; pero, es el genio quien mejor utiliza la imaginación para crear  y espectar belleza ya que  considera “la naturaleza era bella cuando al propio tiempo tenía el aspecto de arte, y el arte sólo puede ser denominado bello cuando tenemos conciencia de que es arte y, sin embargo, presenta el aspecto de  naturaleza”[19]. Pero, más obvio en cuanto a que el  arte  bello es sólo producto del genio.

El genio es capaz de producir todo aquello que aún no tiene una regla determinada, de allí que la originalidad es su cualidad fundamental y su producto se constituiría en mo­delos ejemplares capaz de suscitar reglas de juzgarlas, el genio es el único capaz de dar reglas al arte, en esa libertad y autonomía.


Para Mirabent el genio del artista está en que se manifiesta libremente, fiel a un impulso interior, logra configurar una obra de arte.  Castoriadis,  al mencionar la autonomía con una significación individual, nos lleva a “liberar la imaginación radical de la psique, en tanto flujo permanente de representaciones, afectos, deseos; pero, también fuente de creación incesante y subjetividad autoalterante capaz de autogobernarse y dirigirse por sí mismo como ente de libertad[20].

En el artista encontramos una libertad  individual y social,  con un grado muy elevado de autonomía, se identifica con su peculiar naturaleza, una rebeldía inherente, no puede someterse  a una concepción que sea seguida y aceptada por todos. Es un sujeto que “se libera  de la autoridad de los poderes tradicionales y que se atreve a pensar, a legislar, a gozar y a crear por sí mismo, libremente, sin más restricciones”[21] que sus propios límites. “La libertad es entendida como  autonomía que encierra una pluralidad de concepciones privadas de  bien[22], de allí los propios estilos de vida, de acuerdo a su concepción artística, tan originales, tan particulares, hacen de su vida toda una obra de arte. De allí, que   podría  apelarse a la fórmula de J. S. Mill, cada  cual es libre de buscar su felicidad a su manera, un ejemplo de ello es el esteticismo  helenizante de Foucault o el  ironismo rortyano, rechazan someterse a cualquier clase de norma, configura su propia normatividad,  su propia unidad de sentido.

Con la Postmodernidad se produjo un  acercamiento de la ética y la estética, la estetización de la vida o la fusión del arte con la vida, “vivir  una vida bella y dejar a  los demás la memoria de una bella existencia”[23]. La primera  Nussbaum,  considera que mediante la experiencia estética moderna, se puede liberar de teorías éticas de falsa exigencia, que plantean ética deontológicas . Pero, en la estética, menciona Simón Marchán Fiz, “no puede hablarse de libertad  en el sentido estricto, sino que se trata de una versión derivada, despojada en lo estético de los principios del “debe ser” a favor de la Aufgafe o cometido a ser alcanzado a través de la educación individual y colectiva del ser humano”[24].

H. Marcuse y Shiller, fundamenta la autonomía de lo moral y de lo estético; sin embargo, en la acepción kantiana,  se sumerge en sus raíces éticas, a través de esta analogía “la libertad de la voluntad que encontramos en la estructura del comportamiento estético”[25]. La voluntad por respetar las barreras y los límites de esta conducta, ya que lo característico de la belleza, es no estar determinado desde lo exterior o un estar determinado por sí mismo. Para Kant los juicios reflexionantes sobre la forma engendran una legalidad propia, de allí que desemboque en el concepto de una necesidad interna de la forma. De allí que la obra de arte, posea valores en sí misma. Y en este sentido, ésta podría ser objeto que domine las instituciones democráticas y la libertad personal[26].

Pero, la contemplación de la obra de arte  de manera imaginativa hace que surja en nosotros emociones fuertes como para crear sentimientos  de aceptación y rechazo, mucho más que la información y la razón, de allí su enorme influencia.

No obstante, en el creador hay siempre un conocedor[27].Por eso, según Platón, detrás de nuestro obrar hay una idea general, de la cual, según Kant, debe inferirse el principio de una legislación general”.[28] “Aún el individuo  que mejor se domine a sí mismo,  se debe subordinar a una ley — precisamente a una “ley individual “. Cuando falta esta ley, —dice Georg Simmel— la creación degenera en juego”[29].

A finales del siglo XVIII surge la concepción del arte como juego, según Simón Marchan Fiz, sus raíces las tenemos en el “desacuerdo detectado por Kant entre la sensibilidad y la razón. La actividad artística y estética se sitúan en un punto equidistante de ambas facultades mentales gracias a  una tercera facultad, la imaginación, que favorece la libre actuación de las dos primeras”[30].

A partir de es esta hipótesis señala Marchan Fiz el pensador y literato Schiller, estableció la teoría estética lúdica, según lo artístico y lo estético se identifican con el impulso de juego, que se constituye en una síntesis de impulsos sensoriales y racionales, donde el hombre “con la belleza, no debe hacer más que jugar, y el hombre   no debe jugar nada más que con la belleza”[31]. El impulso lúdico no afecta solamente al mundo del arte, aunque en éste se manifiesta con mayor intensidad, pretende influir en cualquier actividad del hombre, de este modo el arte y lo estético pretende a convertirse en un modelo a seguir en otras esferas de la vida del hombre, ésta actitud ha sido propugnada también por las vanguardias, ya que tendía a considerar el arte como un modelo  con  pretensiones de transformar la realidad social.

No obstante, es importante distinguir entre una estética lúdica, entendida  como una teoría encaminada explicar todas  las manifestaciones artísticas desde una perspectiva del juego[32], y aquellas tendencias  del arte que toman lo lúdico como objeto  preferido de sus experiencias. De allí que tengamos numerosos movimientos de nuestro siglo que encierran explícitamente o implícitamente una concepción lúdica, caso como  los happenings, el arte abstracto, el dadaismo, el arte naif,  etc. o artistas  como Klee,  Joan Miró o Marc Chagall, —éste último es un ejemplo muy claro del arte lúdico, en sus cuadros vemos animales fantásticos (un pez alado, de cuya boca sale una mano humana tocando un violín), seres humanos que desafían las leyes de la gravedad y vuelan como pájaro, ”todo es puro sueño de la imaginación; no hay más ley de asociación que la del capricho”[33]. Chagall definía su pintura  “una superficie cubierta de representaciones de objetos, animales y personas, en un orden en el que la lógica no tiene relevancia, y en el que lo que realmente importa es el efecto visual de la composición—.

Pero, Moritz Geiger, menciona que Kant ya “había señalado en su teoría del “libre juego de las facultades cognoscitivas” el parentesco entre el juego y la experiencia artística, pero fue Schiller el primero en descubrir el núcleo de la actividad artística en el impulso del juego”[34].

La teoría estética del juego está centrada en conceptos kantianos como, “ contemplación, desinterés, placeres inmediatos y puros”[35]. Para esta teoría el arte supremo es aquel en que el juego llega al máximun, donde jugamos con el fondo mismo de nuestro ser, idea que no solo comparte Kant y Schiller sino también Spencer, Groos, Heinrich von Stein, A. Bain y J. Sully.

Los seguidores de esta teoría  podía reconocer que todo arte es un juego, pero no todo juego es un arte; sin embargo, también hay aquellos que oponen a ésta, como son los seguidores de  la estética vitalista, J.M. Guyau, el más calificado representante del vitalismo estético, mencionaba “lo bello no es un juego desinteresado, es un impulso vital”[36]. Por otro lado, no se puede negar la importancia de la imaginación en los juicios de gusto y en la creación artística,  ya que se constituye en una necesidad, una especie de pan de cada día[37].

Aunque Arturo Schopenhauer, ha criticado la teoría del juego, ya que ésta es considerada como la teoría de la apariencia estética, teoría que  insiste en el hecho de que lo estético es sólo ilusión, o juego, o liberación de la enfadosa vida diaria[38]; sin embargo, el siendo un vitalista,  va a revalorizar la imaginación como instrumento indispensable en el genio, de ahí   su necesidad en el desarrollo de su obra[39].

Schopenhauer al igual que Kant  señala que en la apreciación de una obra de arte, la imaginación tanto del espectador como en del genio se estimulan de modo tan eficaz que se ponen en juego  y la hacen trabajar sin descanso, como el autor irá encontra de las ideas de la juegos de la imaginación de Kant, el señala:

La obra de arte no lo puede fiar todo a la percepción sensible, no debe dar más que aquella que presente se necesite para guiar a la imaginación por buen camino; es necesario que todavía le quede a ésta algo que  decir y a ella debe estar reservada la última palabra… Lo mejor que hay en el arte es de naturaleza demasiado espiritual para ser presentado a los sentidos; la imaginación es quien debe concebirlo, pero la obra de arte es quien la fecunda[40].

Como vemos, él también como Kant rechaza una imaginación empírica y reclama algo mucho más espiritual, pero para juzgar una obra de arte hay que dirigirse a la obra misma, y eso no es lo que compartiría con el autor de la tercera Critica. Aunque, Kant fue el iniciador de la estética  del juego, sus ideas fueron cambiando y en otros casos consolidándose. Una posición contraria a Kant es la desarrollada por Cassirer, “la imaginación artística se distingue  siempre, agudamente, del género de imaginación que caracteriza a nuestra actividad lúdica. En el juego nos las  hacemos con imágenes  simuladas, que pueden ser tan vivas e impresionantes que las tomamos por realidades. Definir el arte como una mera suma de tales imágenes simuladas representaría una concepción bien mezquina de su carácter y finalidad.”[41].

Por ello, para Ernst Cassirer  la tarea del juicio estético o del gusto artístico del artista consiste en “distinguir entre una obra genuina de arte y esos otros productos bastardos que  no son más que cosas de juego, a lo sumo, una respuesta a la demanda de entretenimiento”[42]. Para Cassirer la teoría de Schiller es trascendental e idealista y las de Darwin y Spencer son biológicas y naturalistas. Darwin y Spencer consideran el juego y la belleza como fenómenos naturales generales, mientras que Schiller los conecta con el mundo de la libertad del artista.  De esta manera, Cassirer reconoce que la concepción del arte como juego se conecta con el mundo de la libertad y la autonomía del artista, que cada vez se hace más presente.

III

Mientras que el artista de la Vanguardia, buscaba lo nuevo, la pureza y el internacionalismo; pero, ésta ha comenzado a envejecer, pues dice Octavio Paz, las  respuestas son débiles que hace quince años la vanguardia de 1967 repite los gestos de 1917. Si Hegel declaró el fin del Arte en el siglo XIX, estamos enfrentándonos a una nueva idea del fin del arte moderno. La obra de Peter Bürger nos proyecta hacia la idea de la Postvanguardia; sin embargo consideramos que muchos ideales de la vanguardia aún subsisten en la postmodernidad, como es la libertad, la autonomía y el sentido del juego, que se hacen presente en una Transvanguardia, la postmodernidad formuló una nueva sensibilidad que permite la convivencia de diferentes estilos con el fin de reinterpretar a manera de fragmentos e irónicamente el pasado. Es la escuela del disparate, de la subjetividad y de las combinaciones infinitas del collage del inconsciente que se hacen  presente; pero, al mismo tiempo son efímeras sus propuestas con una carga hedonista muy importante y una simultaneidad de la experimentación de las sensaciones pasadas, presentes y futuras.

Si para  la modernidad estética, dice Jurger Habermas se caracteriza por  actitudes expresadas en las metáforas de la vanguardia; por otro lado, la postmodernidad o la otra modernidad se hallaría enmarcada dentro  la llamada transvanguardia.








[1] Ponencia  Publicada en el l 2do Congreso Nacional de Ciencias Sociales: Filosofía y Sociedad en el Siglo XXI ¿Racionalismo o Irracionalismo? Organizado por la Universidad de Tarapacá. Dirección de Extensión Universitaria.  Efectuado en Arica, entre el 6 y el 9 de Octubre de 1999.
[2] Oceano- Instituto Gallach, Historia del Arte. Tomo XVI, ( Barcelona: Oceano Grupo Editorial, 1987), 2886
[3] Loc. cit. 
[4] Jean- Francois Lyotard ha definido lo postmoderno como “la incredulidad hacia las metanarrativas”, La condición postmoderna, (Madrid: Cátedra, 1984)
[5] Jurgen Habermas “Modernidad un proyecto incompleto”. En Nicolás Casullo (comp.) El debate modernidad-postmodernidad (Buenos Aires: Punto Sur, 1989), 131
[6] Frederic Jamenson, El Postmodernismo o La Lógica Cultural del Capitalismo tardío, 141
[7] Concepto de Thomas Mann en Doktor Faustus, quien a su vez lo tomó Adorno sobre las dos vías de la experimentación musical avanzada, la planificación innovadora de Schoenberg, el ecleticismo irracional de Stravinsky.
[8] Ibid., 151
[9] Juan Acha, Introducción a los Diseños ( México: Trillas, 1996), Ibíd., 170-171
[10] Fredy Amílcar, Escritos Mitimaes. Hacia una poética andina postmoderna (New york: Barro Editorial, 1998), VI
[11]  Frederic Jamenson, El Postmodernismo o La Lógica Cultural del Capitalismo tardío, 156
[12] Ibid., 156
[13] Juan Acha, Introducción a los Diseños ( México: Trillas, 1996), Ibíd., 171
[14] Ibid., 159
[15] Fagothy, Austin. Etica y Teoría y aplicación ( México: Nueva Editorial Interamericana, 1973), 126
[16] Alejandro Korn, La libertad creadora (Buenos Aires: Claridad, 1936), 152
[17] Edgardo Albizu. “La Crítica de la Facultad Discretiva y la unidad sistemática de la filosofía trascendental. En  David Sobrevilla (comp.) Filosofía, política y estética en la Crítica del Juicio de Kant ( Lima: Instituto Goethe de Lima, 1991), .21
[18]Kant, Crítica del Juicio (Buenos Aires: Losada, 1961)., § 43,  p. 155
[19] Ibíd., § 46,  p. 158
[20] William Mina Aragón, “La autonomía como proyecto histórico-social en C. Castoriadis”. En  ANABASIS. Revista de Filosofía. Año IV. N°5. (Madrid: COOPEGRAF, 1997), 120
[21] Gerard Vilar, “Autonomía y Teorías del Bien”, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Vol. 12. Cuestiones Morales. Edición de Oswaldo Guariglia, (Mardrid: Ed. Trotta, 1996), 51
[22] Loc. Cit. 
[23] Ibid., 59
[24] Simón Marchán Fiz. La estética en la cultura moderna (Madrid: Alianza Editorial, 1987), 63
[25] Loc. cit.
[26] John Dewey, Libertad y Cultura, (Rosario: Ed. Rosario, 1946), 7
[27] Esta paradoja  mutua viene expresada  también en los versos de Hofmannsthal (El loco y la muerte):
“¡Qué maravillosos son éstos seres
que explican lo inexplicable,
que leen lo que nunca fue escrito,
sujetan a su dominio lo fantástico
y encuentran su camino incluso en la eterna obscuridad!”
[28] Michael Landmann, Op. cit., 259
[29]Ibid., 260
[30] Simón Marchan Fiz, El universo del arte (Barcelona: Salvat Editores, S.A., 1985), 12
[31] F. Schiller, La educación estética del hombre (Buenos Aires: Espasa Calpe, 1941),85.
[32] Moritz Geiger, Op. cit., 94
[33] David Estrada Herrero, Op. cit., 707
[34] Moritz Geiger, Op. cit., 94
[35] Guido Morpurgo - Tagliabue, La estética contemporánea (Buenos Aires: Losada, S.A., 1971), 30
[36] Ibíd., 31
[37] Guyau, Op. cit., 13
[38] Moritz Geiger, Op. cit., 37
[39] Arturo Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación ( Buenos Aires: Biblioteca Nueva, s/a),  780
[40] Ibíd., 805
[41] Ernts  Cassirer, Op. cit.,  301
[42] Ibid.,  302